martes, 28 de junio de 2011

Isla desierta


Veía a gente bracear desde la lancha de rescate. Me habían visto. Por fin. Después de tantos días perdido en la isla. Quién me mandaría a mí subir a aquel barco en el puerto de Goa. Pero Sandra siempre ha sido muy insistente; con unas ganas insaciables de experimentar cosas nuevas. No le bastaba con un helado de chocolate, como a todas las mujeres? O en su caso, experimentar el nuevo sabor almendra-menta? No. Teníamos que subir a ese barco de madera agrietado a cada paso.
En la lancha que se acerca a toda prisa habrá unas seis personas, no las veo muy bien, pero se acercan rápido con el motor. Lo que hubiéramos dado Sandra y yo por uno de esos motores para salir de esta isla en el medio de la nada, y sin ningún otro superviviente más que nosotros. La isla por tener, no tiene ni un triste árbol.
Si, son 6, ahora lo veo bien. Creo que uno de ellos es mi hermano. Si, y a su lado mi suegra, dando saltos, como siempre, Sólo que su envergadura hace que no sea el momento más apropiado.
Creo que este es el momento de coger las pertenencias o recuerdos que quiero llevarme de la isla. Voy a echar un vistazo. Entre la caracola reseca y el yerbajo de paja chamuscada, no sé con qué quedarme.
Si es que no había nada en esta isla. El que se inventó el concepto ‘isla desierta’ debió de pasar por aquí´.
La lancha ya está casi en la orilla. Mi hermano salta y corre hacia mí. Nos abrazamos. ¡Hacía cuánto que no sentía otro cuerpo entrelazarse calienta en mis brazos! Mi suegra viene también, mojando sus michelines. Y detrás, personas que no conozco. Todos interesados en el rescate. Son policías, médicos… no paran de preguntar cómo estamos .
¿Estamos?
Ya. Supongo que ahora es cuando tengo que explicar que Sandra sobrevivió sólo unos días. Después, finalmente di a Sandra la experiencia de su vida… y he de decir que fue una experiencia muy sabrosa.

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